No habría nadie que despejara aquella duda. Al resto de los implicados no le convenía. ¿Habían encontrado la forma de borrarle ese recuerdo?
Solo tenía retazos en su mente, flashes, fragmentos, rostros deformes y palabras borrosas, diluidas como en un sueño lejano. ¡Ayrah...Ayrah!
Su nombre, lo repetía...como si al hacerlo ella se hiciera más real en su vida. Más cercana, más tangible. Hacía poco tiempo la había visto.
Sin embargo allí estaba, deseándola. Su esencia, que si bien era fuerte, solía desvanecerse rápidamente. Esa noche presentía su pérdida...
Azrael aventajaría, si se tratara de una competencia por ganar el corazón de ella. Pero su acto, además de anónimo, no había sido de amor.
Xerxes repetía su nombre, como un mantra. Casi susurrándolo, con su aliento fundiéndose con el frío y la niebla, en su noche más eterna.
Ella se había parado sobre la cornisa. No era la primera vez que tentaba a la muerte. Pero esta oportunidad...tenía la voluntad de hacerlo.
La brisa nocturna, más intensa que de costumbre, azotaba sus cabellos, y su larga falda oscura. Sus ojos se mantenían cerrados. Respiraba...
El borde de la cornisa se desintegraba. Un cuervo se posaba sobre una rama desnuda, parecía ser único testigo. Pero Azrael también la vio...
Movido por un interés que incluso el mismo desconocía, desplegó sus alas, preparado. Sabía que se lanzaría en cualquier momento. ¡Lo temía!
Sobre todo, temía quedar expuesto ante ella, aunque luego se ocuparía del asunto. Se preguntaba si llegaría a tiempo desde aquella ventana.
¿A rescatarla?...Si, pero de ella misma. Inhaló un gemido antes de saltar. A los pocos segundos perdió la consciencia. Lo cual fue propicio.
Propicio tanto para el Grigori como para ella. Su cuerpo fue envuelto por una capa de aire frío y de niebla que parecía aligerar su caída.
Esto le concedió todo el tiempo del mundo a Azrael para que abalanzara debajo de ella y tomara firmemente su frágil cuerpo entre sus brazos.
El era como Morfeo, dios del sueño. Ella no reconocería la diferencia. No recordaría nada de aquel episodio. Dormía plácidamente...sonreía.
Quizá Ayrah pensaría que ya estaba muerta. Su más turbulenta fantasía. Algo rasgó el pecho de Xerxes en dos, como si de repente, sintiera...
Como si lamentara ver a su "nueva obsesión" entre los brazos de su antagonista. Un ser poderoso y alado, que hacía todo lo que él anhelaba.