18/8/10

Las Brujas de Rawson (Final)

Durante ese momento, fue embargado por una cierta e indescriptible sensación de perplejidad. Como si aquello lo arrastrara a esta...una nueva y fulgurante realidad, mucho más impresionante aún que esas pinceladas imaginarias que trazaba en su mente infantil y prodigiosa. Definitivamente...¡Era algo mucho más lúcido! De alguna forma que era incompresible, no sintió miedo ni aversión alguna por lo que había contemplado, al contrario, se sintió suma y peligrosamente atraído.

¡Nathan!, la voz de su madre retumbó en sus tímpanos. Haciendo estremecerlo. Antes de apartar su vista de la ventana, se percató que aquello tan increíble que había visto en el exterior, había desaparecido por completo entre la bruma, en efecto, así había sido.

Se dirigió a la mesa de comedor. Donde su puré de papas ya se enfriaba. Mientras tanto, Raquel, su madre, había ido a tomar un relajante baño de agua tibia.

De pronto, la puerta delantera se abrió bruscamente, de par en par, dejando pasar una corriente de aire mortalmente fría. Más atrás, imponente y señorial, hacía su entrada Epifania, una de las temibles y malvadas Brujas de Rawson. Su tez era pálida. Lúgubre como la misma muerte que le precedía. Sus manos alargadas y lánguidas, se asemejaban a garras con uñas larguísimas y cenicientas. Una de ellas asía un cetro con una empuñadura en forma de cabeza de cobra. Furiosa. Venenosa, como la misma sustancia que recorría aquellas venas de hechicera, de fiel sirviente del antiguo dios Baphomet. Su rostro era impasible. Estático. Como una parte uniforme de esas nieblas invernales que reposaban a sus alrededores.

Se aproximaba el Sabbat. El aquelarre necesitaba un nuevo sacrificio. Nathaniel había sido el infortunado escogido. Una victima inocente. Sin mancha alguna de maldad. Era el candidato perfecto.

Epifania comenzó a husmear. Aún de pie, en medio de la sala principal. Ya había sentido el impregnante olor que desprendía el cuerpo del niño, ese olor infantil y exuberante, y que tanto ella como su cofradía, podía percibir a kilómetros de distancia. Sonrió duramente, con incontenible malicia y frialdad. Raquel aún no salía de su relajante baño. Nathan terminaba apenas de saborear el último bocado de su puré. Fue entonces cuando advirtió la fantástica y terrorífica presencia.

Dejó caer el plato donde comía, trás su impresión al verla. Aunque no realizó ningún movimiento. No, porque no pudiera, sino sencillamente porque no lo deseó. Por mucho que aquello le impresionara, no causaba ningún tipo de temor en él. Representaba para él, cualquier cosa, menos una amenaza.

Epifania bien lo supo. Frunció el ceño. Su rostro abandonó su gesto impasible, como si de repente se humanizara. Como si se sumergiera en una inesperada confusión. Como si todo su poder y maldad se redujera ante la pequeña presencia de aquella inocente victima, o mejor dicho…de su posible adversario.

Nathan sostenía aún el tenedor en su manita firme, utensilio que pudo bien haber fungido por instantes como una especie de arma, insignificante e inefectiva… Si, probablemente, pero no era exactamente a lo que la hechicera temía. Si no, a lo que se hallaba en su interior. Esa esencia inusual, ese espíritu atemorizante. Algo tan potente y tan poderoso que no podía asimilarlo en ese momento, y quizá no terminaría de asimilarlo jamás.


(Extraído de Umbral)
Related Posts with Thumbnails